el lienzo
Hace un tiempo que no escribo por aquí, y no es porque no tenga nada que contar, sino por lo contrario. Tengo un montón de pequeños pensamientos que escribir, pero me he dado cuenta de que es más difícil explicar lo bueno que lo malo. Afortunadamente pasaron ya los días en los que me preguntaba incansablemente razones, tratando de entender a través de millones de palabras diferentes que venían de un único razonamiento circular que, lógicamente, no me llevaba a ningún sitio.
Pero, como dice mi padre, la manera en que has pensado y actuado no podría haber sido de otro modo, porque todo lo que te rodeaba entonces te empujó a que pensaras o actuaras así.
No podía ser optimista entonces, no podía salirme de mi círculo. Porque las heridas fueron profundas, y me encerré en la idea de protegerme. Y cada vez que hallaba una pequeña piedra en mi camino, en vez de saltarla, la tomaba como prueba de que estaba en lo cierto al pensar que nada me podía ir bien. Así que no me voy a dar cabezazos contra la pared pensando que fui infeliz durante mucho más tiempo del necesario, porque no podía ser de otro modo.
Dejado todo esto atrás, ahora me doy cuenta de todos los tesoros, grandes y pequeños, que tengo en mi vida y que me hacen feliz. Tengo una suerte inmensa de contar con tantas grandísimas personas que me hacen sentir realmente querida, y que nunca nunca dejan que me sienta sola. Ni un minuto, ni un segundo.
Cuando hay algún gran cambio inesperado en la vida, tiendo a pensar que es una oportunidad para que tú cambies las cosas que no te gustan. Como si te dieran un lienzo en blanco y pudieras pintar lo que quisieras. Hace tres años me dieron el mío y, por primera vez, siento que he conseguido pintar en él todo lo que quería.