Últimamente pienso mucho en el tiempo que pasé en Irlanda. Recuerdo que unos días antes de coger el avión de ida, ilnuska me preguntó que si tenía ganas de ir, y yo le dije que ni fu ni fa, que me daba un poco igual, que iba por ir, pero que no era algo que me hiciera una gran ilusión. Claro, no podía yo imaginar lo que me esperaba allí... experiencias irrepetibles, recuerdos inolvidables, lugares tan impresionantes que yo ni soñaba que podría ver alguna vez... pero sobre todo, los amigos (aunque debería decir "amigas", en realidad) que allí hice.
Recuerdo las tardes en las que Sara se empeñaba en ir al Tesco y yo la metía prisa porque tenía que estar en casa a las 6 para cenar, los interminables días en City Wide News con Inma hablando con otros eurobecarios aburridos en sus respectivos puestos de trabajo o jugando a la DS, los viajes de Glasnevin al centro y del centro a Glasnevin en el 19A con Fer y Sara, las expediciones a las que nos enviaban a Inma y a mí por los suburbios dublineses, las historias de Maria Luiza con Batman, o los tornaditos de Sandyford, el viaje de vuelta de Galway, nuestras incursiones diarias a Penneys, las reuniones en el Living....
Los echo de menos, porque durante esas 7 semanas, nos veíamos prácticamente todos los días, éramos como una pequeña familia. Y sí, sigo quedando con Sara y con Inma, hablo de cuando en cuando con Tania, Miriam y Marina pero no es lo mismo. Me doy cuenta de que esas 7 semanas se quedaron allí, entre agosto y septiembre del año pasado, y no volverán más. Es bonito y triste a la vez, como muchas otras cosas. Al menos me llevé conmigo de vuelta lo que más quise allí y espero conservarlo mucho tiempo (y no me refiero a los Skittles).
Todos los de nuestro grupillo de gente (- Maria Luiza, - Fran y + la hermana de Taty). Pobre Miriam, no pudo salir bien...
* Sí, he añadido más cosas a la entrada original... es lo que pasa cuando una escribe estando cansada y carente de inspiración.